EPISODIO 15: LA DIFÍCIL Y EXITOSA LECCIÓN DE WINSTON CHURCHILL: ESCUCHAR A FONDO PARA TOMAR DECISIONES ACERTADAS.
Salom continuó:
–Veamos esto: hay momentos en que los empresarios, al igual que los dirigentes públicos, deben enfrentar decisiones muy difíciles, y el saber indagar y escuchar a la gente es lo que les puede mostrar el camino, y darles claridad y fortaleza para recorrerlo.
–Estas pocas escenas que veremos ahora nos muestran un destacado ejemplo sobre cómo lograrlo –les anticipó Salom.
Tres escenas de la película “Las horas más oscuras” (Darkest Hour)
Entonces, apagaron las luces, mientras todos se preparaban con gran interés para disfrutar el rato. Esto les explicó Salom:
Esta historia narra las primeras semanas después de que Winston Churchill asumiera como primer ministro del Reino Unido, durante la Segunda Guerra Mundial, y su agobiante dilema: ¿debería prepararse para una dura guerra o tal vez pactar la paz con la Alemania nazi, que ya había avasallado a gran parte de Europa? Este era el clamor de los dirigentes de su propio partido, que amenazaban con hacerlo renunciar si no los escuchaba, temerosos de una trágica derrota como la que en esos días sufría Francia.
Era tan fuerte y grave la presión de los parlamentarios conservadores, que Churchill casi se sentía obligado a aceptar su plan y firmar un pacto con Hitler.
Sin embargo, lo hacía sin ninguna convicción: más bien creía que sería un gravísimo error, ya que Hitler había mostrado una y otra vez que los pactos solo le servían para ganar tiempo hasta llegar el momento en que decidiera romperlos. Así había sucedido con el pacto firmado un año y medio antes en Munich con el entonces Primer Ministro del Reino Unido, Neville Chamberlain, que puso en manos del dictador una parte de Checoslovaquia, y lo peor, sin consultar a sus dirigentes. Y sucedería meses más tarde con el pacto de no agresión mutua con Rusia.
Por eso, Churchill prefería enfrentar con decisión al enemigo, a pesar de los duros golpes que Gran Bretaña pudiera recibir durante algunos años, sin cejar en el empeño de alcanzar la victoria. “Pero en la democracia manda el Parlamento –sabía él– y creo que deberé obedecerlos si no logro convencerlos de seguir en la lucha”.
Agobiado por esta grave duda, y a punto de someter a votación y contra sus convicciones el plan de pacificación que le exigían, Churchill recibió en su casa una sorpresiva visita: era el Rey Jorge VI, que lo encontró en ropa de casa, abatido y confuso. Se sentaron un rato a conversar, el uno al lado del otro, y el monarca le hizo ver que aunque su carácter asustaba a muchos en el reino, quien más le temía era el mismo Adolf Hitler. Y por eso mismo él era tan valioso para Gran Bretaña. Entonces el rey le sugirió que, antes de tomar cualquier decisión, escuchara con mucha atención al pueblo: “cuénteles la verdad sin adornos, y deje que ellos lo instruyan”.
Y esta fue la mayor lección que nos deja la película –les explicó Salom–: al día siguiente Churchill tomó por primera vez en su vida el tren subterráneo de Londres, para viajar desde el parque Saint James hacia el palacio de Westminster, sede del parlamento. Durante este trayecto de muy pocas cuadras conversó unos minutos con la gente que viajaba en el mismo vagón.
Después de saludarlos y saber que su estado de ánimo no había decaído, les planteó dos preguntas: “¿Qué debemos hacer si los ejércitos nazis invadieran el país y llegaran hasta las calles de la ciudad?” (les dijo señalando hacia arriba con su bastón). Le respondieron: “luchar, pelear con todo lo que podamos, sacarlos a escobazos”. La siguiente pregunta fue: “Si el enemigo nos propusiera un plan de paz con términos muy favorables, ¿ustedes piensan que lo deberíamos aceptar?”
Y la respuesta de todos, unánime y casi a gritos, fue: “nunca, nunca, jamás”.
Churchill se despidió de ellos y salió del tren para ingresar al Parlamento.
Esta conversación con su pueblo le dio la inspiración y el ánimo para desechar el borrador de discurso que trataba de escribir sin ninguna convicción, en el que presentaría el plan de paz con la Alemania nazi.
A cambio de esto, primero se reunió con el Gabinete de Gobierno, donde, inspirado por las voces de los ciudadanos (citó algunos de sus nombres anotados en una caja de fósforos) les mostró que el país debía luchar sin rendirse.
Con el apoyo de ellos, fue luego al Gabinete de Guerra, y finalmente ante todo el Parlamento, donde pronunció uno de sus discursos más recordados:
“…Aunque grandes extensiones de Europa y muchos estados antiguos y famosos hayan caído o puedan caer en manos de la Gestapo y todo el odioso aparato del dominio nazi, no flaquearemos ni fracasaremos. Continuaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste, lo haremos. Lucharemos en las playas, lucharemos en los lugares de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, ¡nunca nos rendiremos!...”
El entusiasmo crecía con cada frase. Y al final, el Parlamento terminó ovacionándolo y apoyándolo mientras sobre Churchill caía una lluvia de hojas blancas lanzadas por los mismos parlamentarios como expresión muy clara de aprobación. Es sin duda una gran lección.
¿Qué aprendemos de esta película?: El líder se fortaleció escuchando a su gente
Los miembros del Equipo Halcón quedaron impresionados con este claro ejemplo de liderazgo apoyado en el reconocimiento y comprensión de cuál era la voluntad del pueblo. El haberlos escuchado atentamente fue el gran secreto.
Salom les señaló entonces cómo, al finalizar el discurso, uno de los oponentes le pregunta a Lord Hallifax: “¿Qué ha ocurrido aquí?” Este, apesadumbrado ante el fracaso de su plan pacifista, le explica: “Ha reclutado a la lengua inglesa y la ha enviado a la batalla”.
–¿Era solo la lengua? –le pregunta Salom al Equipo Halcón–. Churchill era un gran escritor y un excelente orador, que inclusive mereció el Premio Nobel de Literatura en 1953. ¿Pero había algo más que palabras sonoras e impactantes?
–Yo creo que había mucho más que palabras y frases: veo que allí se asomaba la poderosa y cautivadora personalidad de Churchill, uno de los grandes líderes de la historia –aseguró Selene, la asistente de la gerencia de desarrollo humano.
Ella era una brillante psicóloga de unos 35 años, de cabello y ojos castaños, especializada en gestión humana, gran aficionada a indagar por el origen de las palabras y a leer sobre historia (“es el laboratorio vivo de la humanidad”, solía decir). Quienes hablaban con ella admiraban su empatía y su capacidad de comprender el punto de vista de cada uno de sus interlocutores.
Salom le agradeció a Selene con un guiño y luego explicó:
–Tienes razón, Selene: era mucho más que esto, como le expresaba esa misma noche la novelista y periodista Vita Sackville-West a un amigo, tras escuchar su discurso leído por un locutor de la BBC:
“Un escalofrío (pero no de miedo) recorrió toda mi columna vertebral. Creo que una de las razones por las que uno se conmueve con sus frases –explicaba la escritora– es que se siente todo el respaldo masivo del poder y la determinación detrás de ellas, como una gran fortaleza: nunca son palabras vacías” (esta frase no aparece en la película).
–¿De dónde salía semejante solidez moral? –les preguntó Salom.
Ellos comentaron entre sí, y al final estuvieron de acuerdo con la conclusión de Selene:
–La fortaleza moral de Churchill nació de la certeza que ganó al estar seguro de lo que el pueblo quería, esperaba y estaba resuelto a hacer.
–Tienes mucha razón, Selene–le agradeció Salom con su guiño y su pulgar hacia arriba. Entonces los exhortó:
–En conclusión, amigos del Equipo Halcón, vemos la inmensa fuerza que tienen nuestros planes cuando hemos escuchado a fondo a nuestra gente y a nuestros clientes para comprender sus motivaciones, sus sueños, deseos, creencias y temores y sintonizarnos con ellos.
Los miembros del Equipo Halcón se veían conmovidos: sus nuevos planes solo tendrían éxito si lograban escuchar adecuadamente a sus clientes y a su gente.
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